LA MALDICIÓN DE LA MEDUSA

Por; José Mauricio Villán Díaz - Club Rotario Cúcuta 7268

 

Un remoto desastre a comienzos del siglo XIX fue grabado para la memoria en un óleo de gran tamaño, 5 metros de alto por 7 de ancho aproximadamente, obra del artista francés del Romanticismo, Théodore Géricault, actualmente expuesta en el museo nacional de Louvre Paris, ilustra unos náufragos sobre una improvisada balsa de madera hecha con pedazos de su embarcación, titulada “La Balsa de la Medusa”.

Impactado por el dramatismo de dicha pintura como testigo de la historia me propuse conocer sobre los acontecimientos reales allí reproducidos, ya que fueron estos lo que realmente la hicieron famosa, más que los claroscuros pincelados en el lienzo, con los cuales el pintor logró captar y matizar detalladamente las diferentes reacciones de angustia y desesperación que tuvieron esos hombres frente a su tragedia.

Al saciar mi curiosidad conociendo los detalles del qué, quién, cómo, cuándo, dónde y por qué de lo acaecido, surgieron más preguntas. Pero ahora, sobre la razón de las conductas humanas y sus dilemas éticos frente a las crisis, tema de recurrente disertación en la sociedad, las iglesias, la filosofía, las leyes y la literatura, y fue en esta última donde encontré en mi remota juventud no solo una fiel amante sino una aproximación de respuestas a este y muchos otros cuestionamientos, no en vano los hombres somos los animales que nos hacemos preguntas.

De la edad de piedra a nuestros días dos preguntas fundamentales sobre la existencia humana nos han obsesionado desde que tenemos conciencia de sí mismos, seguro se están preguntando cuáles son esos interrogantes. 

¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos?

A la primera inquietud, de manera tangencial les digo que la teoría evolucionista sostiene que, así como hace unos 15 millones de años con una gran explosión los que los científicos llaman el Big Bang se creó el universo, la vida en el planeta también surgió espontáneamente, por efecto de las propias leyes de la física y somos el resultado de una lenta evolución a lo largo de muchos milenios. Por tanto, un Dios Creador no habría sido necesario, hipótesis que va en contravía de los pilares fundamentales de todas las religiones del mundo. Un tema que nos divide y que aún no ha sido definido totalmente.

Al segundo interrogante, tengo que decir que eso nadie lo sabe, es un capítulo que escribimos cada día. Cobran vigor unas teorías conspirativas que aseguran, a pesar de ser la especie más dominante e influyente del planeta sin comparación, en unas cuantas décadas (30-40 años) habremos desaparecido de la faz de la tierra, borrados ya no bajo la amenaza de una tercera guerra mundial, sino quizás por la invasión de una nueva especie superior o insuperable, llámenla como quieran, un virus desarrollado en laboratorio, un germen extraterrestre, una invasión de muertos vivientes, o el dominio de las computadoras y maquinas robóticas, tal como se ha expuesto en el cine futurista y apocalíptico. En lo personal, yo pienso que la raza humana no estaba aquí al principio y no estará al final, y más aún estoy convencido de que a pesar de ser individuos modernos y racionales, y una especie tecnológicamente avanzada, si alguien consigue exterminarnos, seguramente seremos nosotros mismo quien lo hagamos.

Y salta a la vista que como raza humana estamos haciendo a cada momento el mejor esfuerzo por conseguir ese propósito.

Sobre esos temas hay considerable trabajo científico al igual que mucho cuento, pero al final parafraseando al escritor uruguayo Mario Benedetti, creo que: “Cuando creamos tener todas las respuestas, de seguro nos cambiarán todas las preguntas”.

Pero a esos dos grandes interrogantes de la humanidad sobre nuestro lugar en lo que conocemos del universo, hacía donde vamos en este mundo y cuando ya no estemos en él, tenemos que agregarle una incertidumbre cuya respuesta no la vamos a encontrar en las ciencias exactas, ni en las estrellas, ni en los laboratorios:

 ¿Se pueden anticipar y detallar cual va a ser la actitud y comportamiento humano frente a la incertidumbre y la fatalidad?

En el libro “Ensayo Sobre la Ceguera” el Nobel de Literatura, José Saramago, nos narra sobre la crisis desatada por  una aparente epidemia de ceguera que se cree contagiosa y ataca repentinamente a todas las personas sin distinción, curiosamente en el libro no se refiere a algún personaje con nombre propio, se llaman ellos así mismos por las características que recuerdan de cada uno: El primer ciego, el médico, la mujer del médico, la chica de las gafas oscuras, el niño, el viejo de la venda, el ladrón del auto.  

En otro libro “Las intermitencias de la Muerte” el mismo autor cuenta que en una ciudad cualquiera un día no murió ninguna persona más, “la muerte dejó de hacer su trabajo letal”. En ambos casos de ficción, se desató la desesperación y el caos, dejando entrever que el verdadero enemigo de la humanidad es el propio hombre, quien en ningún caso dudaría en superar los límites de la ética y de la propia moralidad presionados por su propio deseo de vivir un poco más incluso ayudando a morir a los más débiles para que otros perduren.

«El hombre es un lobo para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro» Plauto, comediógrafo romano, 200 A.C. Sin mayores pretensiones me voy a aventurar a una respuesta, retomando como referencia el naufragio de un barco de nombre mitológico, en síntesis, la historia que referí al comienzo nos cuenta que: Frente a costas africanas naufragó la fragata de guerra de la marina francesa “Méduse”, a los pocos botes salvavidas fueron subidos personajes de la nobleza y oficiales, de trescientos pasajeros a bordo del barco al menos la mitad de las personas quedaron a la deriva durante trece días en una balsa de medidas aproximadas de veinte metros por siete construida por ellos mismos, la idea inicial era ser remolcados por los botes lo cual resultó inútil, decidieron entonces cortar los amarres dejando a su suerte al resto de la tripulación.

 “Se vieron en la necesidad de abandonar la Balsa para evitar una pérdida mayor”.

Ante la falta de víveres y agua dulce los supervivientes debieron soportar el hambre, la sed, los azotaron tempestades, motines salvajes y asesinatos auspiciados por unos desquiciados que no les importaba ni su propia vida: “Cómo no podremos salvarnos todos, todos nos hundimos entonces” era su consigna. 

Estudios científicos afirman que de cada cien personas una es sicópata, me hace pensar eso que en la balsa por lo menos había uno, y otro que lo azuzaba y aplaudía. 

Poco a poco fueron pereciendo uno tras otro, al final solo sobrevivieron diez personas de las quince que fueron rescatadas. 

Considerado como escándalo internacional en esa época, fue reseñado ampliamente por los periódicos, escrito un libro, fue juzgados por la sociedad y sufrieron rechazo por los actos de canibalismo. El pintor Géricault conmocionado por la historia, en su taller reconstruyó minuciosamente a escala real la balsa, e hizo varios bocetos de los hechos acaecidos, al final escogió pintar el que conocemos, allí se observa en un extremo un grupo de personas, algunas de ellas agonizando, unos cadáveres, un hombre totalmente abatido dando la espalda resignado, entristecido, aferrado al cuerpo muerto de su ser querido, tal vez solo esperado su muerte misma. En la Balsa se aprecia un hacha que recuerda lo que tuvieron que hacer estos hombres para sobrevivir, y fue comer la carne de los que habían muerto. Pero asimismo sobresale unos que agitan sus rasgadas ropas al aíre hacia el horizonte intentando ser vistos por lo que creen es un barco que viene a su rescate. 

Esa silueta de un barco que aparece en el horizonte, no se sabe si los ha visto, o si se acerca o se aleja. Sin embargo, ellos no dejan de agitar fuerte los jirones de lo que fuera su vestimenta, con la ínfima esperanza de ser vistos y salvados.

Por un instante imaginen cuantos guiones similares han escuchado, leído o visto en el cine, donde la vida una y otra vez concurre en escenarios comunes siempre con protagonistas diferente.  Desde naufragios entre comillas de más renombre, accidentes de avión en los Andes, colapso de minas, épicas batallas, memorias de fracaso y superación, de enfermedades y supervivencia, leyendas de pasión y desamor. La historia de la humanidad siempre nos da lecciones profundas de las que podemos aprender con la experiencia ajena, pero no prestamos suficiente atención, siempre olvidamos la lección, por eso nunca estaremos preparados para el inexorable destino de la fatalidad siempre presente, que llega a destiempo, y se va sin avisar.

Quizás la desventura un día toque a nuestra puerta, no nos llamará por nombre propio, ni le va importar quienes seamos, ni la raza, o el color de piel, que tan buenos somos, que profesión o estatus social ostentamos, solo llega inevitablemente de diferentes formas. Nunca será posible pronosticar cuales van a ser nuestros comportamientos cuando nos enfrentemos a ella.

El filósofo alemán Friedrich Nietzsche afirmó “La Esperanza es el peor de los males, pues prolonga el sufrimiento del hombre”.

Yo creo por el contrario que las esperanzas, sí en plural, tienen un destino que cumplir, y es nacer unas detrás de otras. Por eso, pese a tantas tragedias, decepciones, por más oscura que sea la noche el amanecer siempre va estar ahí.

La próxima vez que naufraguen tus proyectos, negocios, relaciones, o cuando creas que no puede ser peor la vida, recuerda las razones por las que comenzaste, el motivo por el cual deberían seguir luchando por ese éxito soñado, por esas ganas de vivir un día más, de escribir y cantar los versos compuestos, de contar las historias vividas, de servir al prójimo si es tu pasión, esas son las ESPERANZAS que te fortalecerán para enfrentar el infortunio y decirle de frente que el día aún no termina, que reconstruirás una balsa con los mil pedazos en que haya roto tu ilusión y llegaras a buen puerto.

Es allí solo en ese preciso momento no antes, donde sabrás cuál es la actitud con que va a enfrentar el destino, es en ese instante donde cada uno tendrá que escoger un lugar en la balsa, sí es con la calma estoica de quien está acostumbrado a sufrir casi siempre, o van a ir al frente con intensidad agitando sus banderas hacía el horizonte, hacía el lugar donde crean que esta la salvación.



PARTICIPE Y COMENTE ESTA PUBLICACIÓN